miércoles, mayo 15, 2013

Al maestro con amor....


- "¿Qué es esto?"-  Dije mientras levantaba el sobre que se encontraba en el escritorio. El grupo enteró volteó a verme con miradas extrañas.
- "¿Quién dejó esto aquí?"- Volví a preguntar y todos guardaban silencio. Traté de descubrir en sus rostros aquella persona que se delataría con su mirada, pero sólo encontré caras de sorpresa.
- "Está bien. Continúen con su examen."

A mediados de diciembre de 2001, después de una tajante decisión, me desperté una mañana y abrí el portal de OCC, buscando una oportunidad laboral. Sabía que me esperaban unas  fiestas decembrinas complicadas, prácticamente sin un peso en la bolsa. Recuerdo claramente que la primera oferta que se abrió decía: Se solicita profesor para impartir la materia de Publicidad. Respiré profundamente antes de dar click en el botón de "aplicar para esta vacante".

Mi mayor experiencia cómo profesor hasta entonces se limitaba a la capacitación que había dado a  mi equipo de trabajo sobre algunas herramientas de medición de ratings; lo cual "no contaba", porque a final de cuentas eran mis colaboradores y habían tenido que escucharme aunque no les gustara; además de eso recuerdo haber dado algunas clases improvisadas de manejo escénico cuando hacía teatro, pero fuera de ello nunca había vivido la experiencia de ser profesor. Recuerdo que en aquellas capacitaciones, Maggy Reyes, una de mis mejores colaboradoras, me dijo: "lo haces muy bien, deberías de dar clase".

No fue sino hasta la segunda semana de enero de 2003 cuando volví a tener noticias sobre aquella vacante. Fue Yazmín Noguez, la Coordinadora de Mercadotecnia de UNITEC Atizapán, quien me convocó a una cita, pero recuerdo que al colgar me temblaban las piernas de los nervios. No era una cita normal de trabajo. Yazmín me pedía que me presentara con una clase muestra preparada bajo el tema "La espiral publicitaria". Llegado el día tuve que esperar casi 20 minutos para que ella se desocupara, pues antes y detrás de mi, había una larga fila de profesores que iban a presentar su clase muestra. Al pasar con Yazmín recuerdo haber visto un rostro cansado. Era evidente que llevaba varias horas escuchando una enorme cantidad de temas tan solo para ver si teníamos la capacidad de pararnos frente a un grupo de alumnos. Quince minutos después, al terminar mi breve sesión, Yazmín me agradeció por la presentación y me dijo el clásico: "nosotros nos comunicamos con usted". Salí de UNITEC Atizapán un poco desilusionado  pensando en que había fallado. Quizás las horas que había dedicado para preparar dicho tema no habían sido suficientes y me decepcionaba tanto porque era un tema de lo más simple, ¡yo lo había visto en el primer semestre de mi carrera!

Una semana después, el viernes por la noche, casi a las nueve, volví a recibir una llamada de Yazmín, la cuál resultó un poco extraña. En ella me pedía que a la mañana siguiente me presentara en el campus para una capacitación y que de ello dependería si me contrataban o no. El hecho es que al lunes siguiente comenzaba las clases y era muy raro que en ése mismo fin de semana aún me estuvieran pidiendo ir a una capacitación sin confirmarme nada. La verdad es que el trabajo lo necesitaba urgentemente y aunque aún tenía mis dudas sobre mi capacidad para dar clases decidí asistir.

Debo confesar que esa sesión fue muy alentadora, pues frente al gran grupo de profesores que estábamos en capacitación se encontraba nada más y nada menos que Ricardo Fernández Valiñas, quien es ahora un querido amigo. Al terminar la sesión recuerdo haberme acercado a él y preguntarle si sabía algo sobre si me contratarían o no porque todos los demás ya tenían un grupo asignado, pero yo no. Me dijo muy serio que le llamara a la Licenciada Noguez el lunes por la mañana pues él no estaba enterado de nada. Y así lo hice, el lunes a primera hora llamé, pero fue infructuoso mi intento, pues no la localicé. Sin embargo, a las 9 de la noche volvió a sonar mi teléfono y Yazmín me dijo:

- "Profesor, me urge que mañana martes se presente a las diez y media de la mañana conmigo, no me falle por favor".

Profesor, ¡que rara sonaba esa palabra en mi!  Pero bueno, asistí a la cita, con la esperanza de que ése día recibiría la buena noticia de que me darían la oportunidad de ser Profesor. Aún recuerdo que minutos antes de entrar al campus los nervios me traicionaban y la duda me atacaba, ¿podría yo pararme frente a un grupo de chavos para darles una clase? ¡No estaba seguro!

Llegué a la oficina de Yazmín. Me pidió que la esperara solo unos minutos mientras hacía unas llamadas. Después me invitó a entrar y me sentó frente a su escritorio. Sus palabras fueron una serie de torbellino, recuerdo haberla visto nerviosa, enojada, frustrada y al mismo tiempo esperanzada. En muy breve tiempo me contó que no me había confirmado la clase porque ya tenía asignado a otro profesor que ya llevaba tiempo en la institución y que justo la noche anterior le había renunciado.

- "Pensé que usted puede ayudarme, lo vi desenvolverse muy bien en la clase muestra", dijo.
- "Claro, cuente conmigo, ¿Cuándo empiezo?
-"En quince minutos. Ya lo están esperando en el salón de maestros para darle su plumón y borrador y decirle que salón le toca. Los alumnos ya lo están esperando. Lo acompaño. Espero que entienda la urgencia, pero sé que usted puede."

Hay una enorme laguna mental en lo que se refiere a los siguientes veinte minutos, sólo sé que en mi cabeza rondaban una enorme cantidad de preguntas, entre ellas: ¿de qué les voy a hablar? ¿Cómo me debo presentar? ¿Qué se hace en estos casos? ¿Y si le digo que no? ¿Y si me voy? ¿Cuántos alumnos voy a tener?

Estaba parado frente al grupo, sosteniendo la sábana azul, que es la lista de UNITEC ¡Cuarenta y siete alumnos! Volteé a verlos y todos con la mirada atenta a mi, esperando a que yo dijera una palabra. Respiré profundamente, mientras pensaba: <<saliendo de aquí me voy a ir y nunca más voy a regresar a un salón de clases, así que lo que digas hoy no tendrá la mayor relevancia>>. Una vez tomada la decisión inicié mi primera clase, "Buenos días a todos, mi nombre es Gustavo Santana y vengo a acompañarlos en éste su proceso de aprendizaje para convertirse en grandes profesionistas".

Once años después sigo asistiendo al aula y no me arrepiento.

- "¿Nadie me va a decir entonces de quién es esto?" Pregunté al grupo antes de pedirles que se retiraran. Tomé el sobre y dudé antes de abrirlo. Sólo tenía una frase "Al maestro con amor". Lo que al interior decía en la carta me lo quedo. Pero no dejo de emocionarme y de vibrar cada vez que recuerdo las palabras anónimas de quién la dejó. Aún la conservo, y es solo una de las tantas formas en las que debo reconocer que la mejor decisión que tomé ése mismo martes de enero de 2002, es no haber cumplido mi promesa de no volver al aula.

¡Gracias a todos los que me han permitido acompañarlos en su proceso de aprendizaje! ¡Créanme, yo he aprendido más de ustedes que ustedes de mi!


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